lunes, 22 de marzo de 2010

Sobre Eternidad(es) y Belleza(s)

La eternidad esta enamorada
de los productos del tiempo .
W. Blake


Una obra escultural, una fotografía, un bello cuadro pintoresco, temporalidad sincrónica fijada en dimensiones inalterables, cánticos de eterna belleza llamados a morir.

Un susurro preponderante encamina los altos elogios dedicados al celestial modelo. La eternidad goza de los privilegios del permanecer inerte ante esta agua destructora de materialidades que es el tiempo. La eternidad es perfección en su más puntillosa cavidad. Oculta un destello atómico de grandeza y plenitud. Sísifo lo sabia, no era su muerte la condena si no la misma eternidad del forzado trabajo. Blake, el oscuro, lo develo. La eternidad se ha enamorado de la belleza que emana la fugacidad de lo contingente.

Nada más cercano al pensamiento griego antiguo que la idealización divina de la Belleza, nada más inherente a las divinidades lejanas que el certero calificativo de "Eterno", propiedades, aderezos, condimentos infaltables en el manjar del imaginario celestial.

La asintótica búsqueda de los inalcanzables describe redondamente la primera estupidez del hombre. Una desesperada búsqueda de eternidad, belleza y juveniles atuendos. Una travesía sinuosa encarada frenéticamente en pro de excelsos ropajes, pesos innecesarios que adornan nuestra opaca carencia, e identidades limitadas por materialidades canjeadas. Una constante y caprichosa búsqueda de una "Bella y juvenil Personalidad”

El sueño cotidiano territorializa en la ambigüedad que confronta un anhelo de Eternidad con la caducidad de lo mutable. Una ambigüedad temerosa, que atraviesa las entrañas de lo mortales que solo se arriesgan al deseo de la perpetuidad pero que no esperan obtenerlo. ¿Soportarían tan pesada diferencia? ¿Se atreverían a ser diferentes? ¿a ser eternos en un mundo pasajero?

El vertiginoso escape de la realidad angustiosa que implica chocarse con uno mismo, nos precipita en la consciencia de los límites. Avocados a la realidad, la distracción es constante. Inmersos en el estrecho recién-presente y en el por-venir-inmediato, descuidamos el último y filoso corte de este desvío. Segunda estupidez humana, atosigarse de materialidades petrificadas por las pretensiones de inmortalidad que obstaculizan la mirada hacia la finitud. Embarcarse en un viaje de aprensiones, de id-entidades brillosas que nos eternizan falsamente, una vida en y por las cosas.

La estupidez humana desintegra la lógica parmenidea: Ser y no-ser a la vez. Una estupidez bipolar: buscar lo inalcanzable y olvidarse de la finitud. Adornar una belleza efímera con pretensiones de eternidad es olvidarse de lo fugaz de este pasaje. ¿Eternidad o Eternidades? ¿Belleza o Bellezas? Quizás lo eterno y lo bello tengan que ver con una linealidad perpendicular a la horizontalidad del tiempo. La vida, como todo segmento, esta atravesado por infinitos momentos (puntos) que pueden ser eternizados si lo consideramos en su verticalidad. Quizás sea esta la única forma de eternidad y belleza posible en un cambiante y transitorio mundo fugitivo…

La misma escultura, capricho tridimensional de la voluntad de representar, se erosiona; el cuadro inerte eclosiona en un constante devenir de ocres moribundos; la fotografía exuberante de vivas alegrías fenece en sepia carcomida. Y el hombre, multitud de insignificancias, se desgarra, lentamente, ahí en el fondo, en un cofre de oro y vestido de seda, destinado al abono de un nuevo y cíclico período.

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