domingo, 21 de marzo de 2010

Mi Muerte... Las Muertes...

"Mi Parca yo la acogeré gustoso
Cuando Zeus quiera traérmela..."
Il. XXII, 365 

Mi muerte y yo… Mis muertes, las muertes… Amanecida en los brazos de una madre sin tiempo, mi muerte rueda en compañía de mis anhelos, los acompaña instigando sus giros, abrigando sus alas. Coloreando sus matices decaídos y celebrando los avances de mi nada…



Mi muerte coquetea con mis pasiones y seduce mi razón, coloquio de salón para mi mente, caldero hirviente para mis lujurias… y entre instantes siento que su voz susurra desde las sombras como una aliada del viento. Reiteradas veces se ha puesto desnuda ante mí y solo he podido reconocer su silueta. Una mínima mueca deslucida de su prisma tajante.

Ella se ríe conmigo cuando esquivo los dardos, cuando acierto una pincelada o socavo un despropósito. A veces pienso que también me ayuda a elegir los pasos correctos. Quizás porque caminamos juntos en cada pisada; porque hablamos en cada silencio; o quizás, porque nos miramos en cada sueño.

Mi muerte sabe de mi hambre, sabe de mi olvido, sabe que las noches no temen al día y sabe que el día huye de las noches. Como las olas se esconden en sí mismas para aumentar el espíritu del mar y devolver a las arenas su forma original…

Mi muerte se desliza por mis dedos alcanzando todo lo que toco, un Minos con potencia redentora. Abrazo su paz, y escondo los restos de mi historia personal, me oculto en su mirada y el horizonte se hace infinito… no hay tiempo en esa mirada, no hay espacio en ese acople, las banalidades se pierden en una eternidad salvadora, los triviales éxitos se desvanecen, cesan los orgullos y se desgajan las corazas del alma: qué sonrisa no se escaparía ante tal amor…

Mi muerte baila y siente sus pies gozar con mis pasos de marfil, mimesis del cósmico renacer, canta entre corales destinados al Edén… es una mujer que quema su vientre para dar nacimiento a la eternidad… un amor imperecedero que alcanza las más altas cumbres de la sutileza…

Mi muerte está ahí mismo, en cada letra que se vierte sobre las celdas permutables de lo que escribo, mi muerte zigzaguea y arremete, quiere domesticarme, quiere amaestrarme y educarme en su milenario secreto. Mi muerte conoce todos los secretos.

Mi muerte conoce mis límites, mis canciones, mis amores, y sabe que el color de las ropas que porto no es transparente. Con mi muerte solo muero, tan solo muero coronado de pomposos despojos de pesada alcurnia… Con mi muerte solo se muere, múltiples veces, milimétricas y millonarias veces en cada instante que la luz de su sonrisa destila el alma somnolienta…

Y en ese espacio de verdad que se abre ante su abrazo, el despertar despliega sus dones, disolviendo mis lagañas en su luz, coloreando los grises sombríos de un asfalto gastado de ardor, y sin desprecio por mi olvido, las escenas se comprimen en un adiós profundo y silencioso. Mi muerte sabe que en ese instante tan sublime, en ese intenso abrazo de hermanos… mi muerte sabe que no solo yo voy a morir… sino que ella morirá conmigo…



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