miércoles, 31 de marzo de 2010

Cortázar... Lúdico

“…en la página 220 de mi novela 62, Juan vuelve a París después de varios semanas de ausencias, y apenas se ha bañado y cambiado de ropa va al garage y saca su auto para ir a buscar a Hélène. El lector que ignore el funcionamiento de la ida práctica en Paris pensará que eso no es posible, puesto que la batería de un auto inmovilizado tanto tiempo se descarga y nadie imagina – especialmente yo- aun bacán como ese interprete internacional dándole manija al coche para que arranque.

El mismo lector, sin embargo, ha encontrado tantas irrealidades en el libro, que incluso si repara en ese detalle técnico, puede sentirse tentado de incluirlo en la cuenta de todo lo precedente; si es así, debería a dedicarse a leer otro tipo de literatura, porque con este no congenia. La razón es muy simple y sitúa con una clarísima perspectiva la noción de realidad en cierta narrativa. Muchas cosas pueden parecer “absurdas” en 62, deliberada o tácitamente imposible con arreglo a la óptica usual, pero en un relato que merezca el nombre de fantástico ese supuesto “absurdo” responde a una legislación no menos coherente que la realidad ordinaria de ahí que una trasgresión tan frívola como la del auto que arranca si la batería cargada bastaría para invalidarlo. El lector sensible a los parámetros y las normas subyacentes en toda legitima literatura fantástica sabe que hay una lógica sui generis que no tolera allí la menor frivolidad (hermoso rigor del homo ludens) una realidad de lo insólito dentro de la cual los ascensores pueden desplazarse horizontalmente y las estaciones del subte sucederse en un orden extra cartográfico y las lagunas suburbanas de Paris encresparse con sensibles mareas, pero que se anularía insanablemente si se diera a facilidades como la citada al principio. Y así el lector sensible a esa lógica sabe, sin necesidad de que se le diga en el texto, que el patrón del garage conocía la fecha del regreso de Juan y le tenía el auto listo, o que Juan, como hacemos en estas latitudes, le telefoneó desde Viena para que le cargara la batería. Lo fantástico no es nunca absurdo porque su coherencia intrínseca funciona con el mismo rigor que la de lo cotidiano; de ahí que cualquier trasgresión de su estructura lo precipite en la banalidad y la extravagancia. Un auto que arranca con la batería descargada entra en lo maravilloso y no en lo fantástico; el auto de Juan, en todo caso, no se parecía a la carroza de la cenicienta…”

Cortázar, J.: Último Round. México: Siglo XXI, 1969… "Estado de las Baterías"

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