lunes, 11 de febrero de 2019

Biopolítica Estética. CuerpXs, Sensibilidades y Dispositivos Micropolíticos



Biopolítica estética: cuerpxs, sensibilidades y dispositivos micropolíticos entre el arte y la educación.*

Es preciso aprender a ver, y no solamente abrir los ojos
D. Le Breton[1]

Se hace una performance, un entramado de sensibilidades, de cuerpxs, que expresan algo de la materialidad más cruda de nuestra actual manera de vivir… “Ante la Bolsa cientos de manifestantes con dinero gratis en sus cuerpos afirmaron “nosotros somos la vida”. Dinero gratis ha estado en la calle, en los periódicos e incluso en la televisión. Pero nadie ha hablado de él. ¿Se puede hablar del viento? El viento limpia el mundo de horizontes. Y con los horizontes se marcha el miedo. Entonces se puede ver que el dinero gratis no se opone a “otro mundo es posible”: sencillamente lo destruye. Lo vacía de ingenuidad, le saca toda autocomplacencia. [Compro dinero, divisa, dólar, euro, yenes? Compro dinero, ¿con qué cuerpo compro dinero?] Pero, sobre todo, denuncia bien alto su función adormecedora. “otro mundo es posible” es la canción de cuna que nos cantan los que desean que nada cambie: hay que negociar con la realidad, hay que ser constructivos… Hoy día no existe peor acusación que la de no ser constructivos. ¡Nos gustaría tanto ser positivos! ¡Nos gustaría tanto ser arrullados por estos estribillos! El desarrollo sostenible es la eterna primavera del capital. La ecología es su mala conciencia. El consenso democrático no es más que la censura cuando todo se puede decir… La única pregunta interesante es: ¿cuánto autoengaño necesito para soportar esta existencia miserable?”.[2]
  Nihilismo y precariedad, son las plataformas dinámicas y más apropias para el despliegue activo del capitalismo contemporáneo. Nuestras existencias se ven despojadas, respectivamente, de todo sentido y valor, lo que conlleva un efecto obligado en la carencia de producción autónoma de la sensibilidad. Sabemos, por Foucault[3], que el poder ha tomado la vida por asalto, y que su ataque se ha perpetrado en la sencilla proclama de volver toda actividad vital de las personas a un registro estadístico sustentado por el reservorio biológico de su expresión. Según la mirada biopolítica, la población no ha sido sino un modo de codificación de las acciones vitales bajo el registro de una estadística redituable para las formas de normalización y moralización de todo aquello que hemos convenido en llamar vida. En ese gesto de traducción de todas esas acciones cotidianas a un registro efectivo y material de legislación gubernamental, se abrió la disponibilidad de agenciar una captura mucho más profunda de la sensibilidad de las subjetividades modernas europeas –y sin duda, latinoamericanas-, la penetración del nihilismo como sensibilidad propia del progreso y el aceleramiento de la producción capitalista. Peter Pelbart, expresa que este nihilismo ha realizado una operación de desvalorización metafísica sobre la vida, al proyectar valores trascedentes a la propia existencia inmanente del vivir, y depositarlos esperanzadoramente en otro antiquísimo o adveniente tiempo. La sensación inmediata de esperanza, resignación o fatiga, recae en un profundo sedimento desvalorizado que expresa: “todo es igual, nada vale la pena”[4]. Una larga exhalación desganada que expresa un pasaje de la potencia vital al biopoder esterilizante que se traduce en un fondo precario de existencia común, existencias que ya ni siquiera saben de su propia vitalidad, porque han desistido a toda experimentación y sentido. Esta producción sensible del agotamiento desvalorizante de la vida es el efecto directo de las tecnologías que componen ese dispositivo fármaco-espectacular (molecular, se podría decir también) de la Biopolítica Estética.      
Muy sintéticamente, la biopolítica sería un modo del biopoder que se interesa por conducir las conductas de la población, y regular sus acciones desde el convencimiento y la internalización de las normas conductuales que un Estado determina para asegurar el bienestar social. Actualmente, la biopolítica ha mutado bajo una operativa más fina y minuciosa: busca producir no tanto un control de las conductas desde lo disciplinar anatómico, o lo regulativo estadístico, sino desde la producción de un dispositivo de sensibilidad que intenta inducir la percepción de toda experiencia vital y cotidiana de las conductas de lxs cuidadanxs. Lo que se podría denominar biopolítica estética, esta nueva intervención del biopoder, es un modo de ejercicio productivo de poder que viabiliza el capitalismo actual, donde se consolida un diagrama de producción sensible de las subjetividades, a partir de una percepción que toma como centro de distinción la autoafirmación de una existencia exageradamente displicente, y que se ve exacerbada por el convencimiento artificioso de una heroicidad espectacularizada de la propia experiencia. El dispositivo del Espectáculo, que no refiere ya a desear ser visto y reconocido por otrx, sino a la necesidad de verse a sí mismx “viviendo” en medio de una experiencia cotidiana, porque ya hemos perdido la posibilidad de hacer experiencia por nosotrxs mismxs. Se trata no ya querer ser deseadx, sino desear ser deseable[5].
Es necesario pensar esta biopolítica como un modo estético-político de relación con la vida. Entonces, pensar la biopolítica estética, es dar cuenta de la transformación de los modos de vinculación de las singularidades subjetivas con el mundo, desde la performatividad de las formas sensibles con que se configura una percepción de dicho mundo. De este modo, las existencias se producen bajo un fondo irreductible de insensibilidad anómica, que determina la mayor arbitrariedad despótica bajo un doble procedimiento: una insensibilidad a sí mismo, por parte de la extremada egolatría y obnubilación narcisista; y, una insensibilidad a lx otrx, por extremada artificialidad afectiva. El dispositivo farmacopornográfico, que desarrolla Paul Preciado en Testo Yonki, es la modalidad biopolítica que produce esta insensibilidad necesaria como presencia efectiva de la precarización de la existencia. La inmunología se tiende como la operativa que constituye la profilaxis infinita de toda preexistencia relacional. Un poder terapéutico que manda ante todo a “cuidarse”. Cuidarse como un modo de alejamiento de todo registro afectivo, pero de producción sensible de la individualidad farmacoespectacular. En síntesis, lo estético de esta biopolítica, es el modo en que se provocan ciertas disposiciones sensibles, desde el Farmacopornopoder y el Espectáculo, que regulan los procesos de autosubjetivación del sentir, algo que paradójicamente se vuelve muy necesario, para efectuar una existencia mínima, en medio de esta invasiva extirpación de la experiencia vital que realiza el capitalismo sobre nuestras formas de vida.    
Decía Guattari, en San Pablo, allá por 1992, que el capitalismo mundial integrado y su temible instrumento de producción de subjetividad mass-mediática tiende a transformar a sus ciudadanos productores-consumidores en zombies impersonales, desingularizados, serializados.[6] Es aquí donde toma importancia la propuesta guattariana del Nuevo Paradigma Estético. Si existe una vía de posible resingularización de las subjetividades, es re-establecer una resistencia a la era “mass-mediática” desde la producción de nuevas modalidades de subjetivación, donde la potencia estética –o mejor, protoestética- de sentir despliegue una fuerza de creación singular sobre todas las relaciones que el sujeto traza en su territorio existencial[7]. Se trata de producir una experiencia creadora de resingularización que tome el arte como su más alta expresión vital y con ello diagramar un umbral constitutivo de procesos creativos para autoafirmarse como foco existencial, como máquina autopoiética[8].
Es un paradigma estético procesual que hace coexistir en una atmósfera caósmica las fuerzas vivas de las mutaciones con los equipamientos sedentarios de la identidad, pero a los efectos concretos de hacer vibrar todo ese aparato de codificación sensible a tal intensidad que se desborden las formas habituales de percepción. En ese sentido, el nuevo paradigma estético tiene un vínculo directo con la era post-mediática[9], como praxis colectiva de resingularización en la que la heterogénesis del ser procesual se expande en una proliferación multiplicada de acciones comunitarias, de alianzas secretas y micropolíticas mutantes. Vida doméstica, laboral, comercial, familiar, escolar, social, natural: vidas plurales y cotidianas que se tejen en un entramado estético-político de sensibilidad compartida. Por ello, el desafío se desata en la necesidad de resingularizarse bajo un  triple plano existencial: mental, social y cósmico; es ahí donde la ecosofía como praxis ético-estética y política se propone como una expresión más amplia y compleja que socava la dirección unívoca del discurso cientificista de la ecología y desmonta la secular mirada segmentadora del saber y el hacer,

Todo debe ser tomando en esta perspectiva de elaboración procesual. La resistencia, desde entonces, no es solamente una resistencia de los grupos sociales, es una resistencia de las personas que reconstruyen la sensibilidad, a través de la poesía, la música, de las personas que reconstruyen el mundo a través de una relación amorosa, a través de otros sistemas urbanos, de otros sistemas pedagógicos. Es la reasunción, la reapropiación procesual de la producción del mundo, antes que partir de un mundo de valores universales y de una biósfera que se supone estar ahí para siempre. Hay hoy un problema de responsabilidad ética y pragmática radical[10].

Una performance se piensa como una acción estético-política que diagrama un territorio de composición abierta, donde ciertas líneas afectivas intervienen el continuum sensorial con el que se ha acostumbrado percibir la realidad, un entramado perceptivo que es efecto claro de esa disputa de lo sensible que dimos a llamar biopolítica estética. Sabemos que dicha querella no se da por los grados de argumentación posibles al respecto de un suceso o un modo de pensar los acontecimientos, sino que aquello que está en tensión estética y políticamente es el modo de percepción. Por ello, entendemos que la performance es una práctica estético política que tensiona el común sentido y el buen sentido que determinan la sensibilidad colectiva. Es una praxis corporante que abre la posibilidad de una resistencia sensible, de una especie de individuación, cierta autopoiesis, que resingulariza lo procesual de la subjetividad enlazando transversalmente los planos individuales, colectivos y cósmicos, como lo pensaba Guattari.
Una performance, y refiero puntualmente a las performances latinoamericanas decoloniales, no hace más que proponer, bajo cierto procedimiento técnico y estético, una disponibilidad vital, un plano de circulación afectiva, por donde transitan aquellas intensidades necesarias para alcanzar el punto de originación mínimo que sostenga la existencia, en medio de tantos arrebatos extractivistas colonizantes y codificaciones capitalistas cotidianas. En ese sentido, hacer una performance decolonial es fundamentalmente hacerse un cuerpx, en su pleno sentido ético-estético y político, pero también epistémico-pedagógico. Una performance decolonial es un modo de conocer aquel mundo que es necesario crear para que una existencia logre respirar. Guillermo Gómez-Peña decía que ya no podía creer en los saberes que no podía encarnar, su cuerpx se ha vuelto un plano de circulación y producción de saberes sensibles. En ese sentido, una performance que descolonice lo sensible es una apertura en el régimen de percepción, que hace presentes fuerzas y afecciones que todavía no podían ser percibidas, su registro epistémico-pedagógico se da en la potencia de transfiguración sensible de todo aquello que se dispone en la acción performática.  
Lorena Cabnal, feminista comunitaria indígena, Maya-K’Iché, es quien desde su Guatemala invadida, abre la posibilidad de pensar resistencias sensibles desde un territorio-cuerpx comunitario, que es una intención de lucha por la autonomía corporal y territorial de los pueblos colonizados. Su territorio-cuerpx se hace desde la experiencia de un tejido de sanación que trama fibras ancestrales como un gesto de resingularización efectiva, de las heridas producidas por la colonialidad moderna-europea, epistémica, estética y políticamente. Se trata de una contrapedagogía de lo sensible comunitario que resiste las formas de la crueldad imperante en medio de tanta apatía y violencia descarada. Esas pedagogías de la crueldad que, como bien dice Rita Segato, nos fuerzan a aprender a no sentir, aprender a no reconocer el dolor propio o ajeno, desensitizar-se y que forjan la personalidad de estructura psicopática funcional a esta fase histórica y apocalíptica del capital[11].

Me siento impotente, no puedo cambiar las cosas. Pero esta rabia me sostiene y la he visto crecer desde que me di cuenta de lo que estaba pasando. Es como un motor, un conflicto dentro de mí que nunca cede, nunca dejar de dar vuelta, nunca” (Regina José Galindo)[12]

La performance como resistencia sensible es el gesto profundamente vital de hacerse el cuerpx que deseamos y necesitamos para transitar las intensidades de nuestra época: se busca mover, tocar, acercarse, caminar, se intenta una respiración colectiva que abraza y acompaña los duelos, las matanzas, lxs desaparecidxs, esas grietas heridas muy vivas antiguas y las más recientes también. Una performance decolonial es un modo de conjurar la vida comunitaria, singular y comunitariamente a la vez, es ese modo de hacer más sensible una comunidad afectiva.         


* Trabajo presentado en las II Jornadas Internacionales de Filosofía y Ciencias Sociales y I Coloquio Nacional de Arte, Estética y política. De la crítica a la transformación: rebelión y resistencia a 50 años de los movimientos sociales del '68. Universidad Nacional de Mar del Plata, Noviembre 2018


[1] Le Breton, D.: Cuerpo sensible. Santiago de Chile: Metales Pesados, 2010, 41
[2] S. López Petit: Hijos de la noche. Bs. As.: Tinta Limón, 2015, 192-193
[3] “…el conjunto de mecanismo por medio de los cuales aquello que, en la especie humana, constituye sus rasgos biológicos fundamentales podrá ser parte de una política, una estrategia política, una estrategia general de poder, en otras palabras, cómo, a partir del siglo XVIII, la sociedad, las sociedades occidentales modernas, tomaron en cuenta el hecho biológico fundamental de que el hombre constituye una especie humana…” (Foucault, Defender la sociedad, 2001, 15-16)
[4] Pelbart, P. “Biopolítica y contra-nihilismo”, en Nómadas, Universidad Central, Colombia, N° 25, octubre, 2006, 14.
[5] Tiqqun: “Hombres-Máquina. Modos de empleo” en Primeros materiales para una teoría de la jovencita. Bs. As.: Hekht Libros, 2013, 180.
[6] Guattari, F.: “Ecología y movimiento obrero. Hacia una recomposición ecosófica”, en ¿Qué es la ecología? CABA: Cactus, 2015, p. 313
[7] Guattari, Caosmosis, 2006, p. 125
[8] Guattari, Caosmosis, 2006, p. 130
[9] Guattari, Las tres ecologías, 1996, p. 65
[10] Guattari, ¿Qué es la ecología? 2015, pp. 76-77
[11] Segato, R.: Contrapedagogías de la crueldad. CABA: Biblos: 2018, 64.
[12] Goldman, F. & Galindo, R. en BOMB 94/Winter 2006, Art. 01/01/2006