Notas sobre Je t’aime, je t’aime (1968) de Alain
Resnais
La fórmula es “amo, amo”. Una propuesta para remover el
tiempo, para sacar esas pesadas capas que lo sedimentan y darle movilidad, un
poco de dramática a las formas pasadas. Un instituto que estudia el tiempo se propone
viajar al pasado, una máquina, parecida a una cabeza de ajo, con poco de
laboratorio, permite esa experiencia. Se elige a un suicida –Claude Ridder- que
ya no tiene compromiso con la vida, que no le interesa si vive o muere, si vive
o muere después de este experimento. Se calcula un minuto de estadía, quizás
muera en el intento, pero pasa más de un minuto y el pasado empieza a invadir
el presente como ráfagas de reiteraciones, de repeticiones y a la vez de
diferenciaciones. Las imágenes se cruzan, repiten, se vuelven a tejer de
maneras diversas, entre cenas, trabajos, reflexiones, opiniones, etc., y todo
se torna una especie de meseta donde los afectos se relacionan en un mismo
flujo de tiempo.
En una oficina, Claude dice: “Son las 3 de la tarde. Todavía
faltan 3 horas. Hace tres minutos eran las 3... En tres semanas todavía serán
las 3. Dentro de un siglo también. El tiempo pasa para los demás, pero para mí
que estoy encerrado en este cuarto, no pasa más. Buscar el tiempo. Son las 3
para siempre.” Todo sucede a un tiempo, un tiempo que dura “para siempre”, que
deja coexistir, fuera de toda continuidad lineal los sucesos, es la expresión
más sincera del “recuerdo puro” bergsoniano.
La vivencia amorosa con Catrine,
sus vaivenes, su presencia se figura con la fuerza de la noche, de la playa,
del pantano, como una fuerza femenina que devine-natural y que hace que regrese
con toda impresión entre las imágenes recodadas. Claude lo recuerda, dice,
estando dentro de la máquina del tiempo, “Catrine, Je t’aime… je t’aime… fue la
única razón”. Una confesión de asesinato, en Glascow, Claude se va con Catrine,
vuelve solo. Lo confesado no es creído, con él las armas no van, sin embargo,
vuelve solo.
Los científicos dan cuenta que Claude ha quedado atrapado en ese
minuto y lo revive sin cesar. Catrine, es una de esas fuerzas naturales que no
tiene adherencia, que no se aquieta ni estremece por lo que posee, que no
necesita de nada; Claude menciona que ella no posee nada, ni en la heladera ni
en la casa, ni siquiera afectos, familiares o jefes, que no tiene ni documentos
de identidad. Incluso en un diálogo mantenido por teléfono ella le dice que
tiene miedo, pero miedo de no morir. Quizás la haya matado para que no sufriera
más de ese miedo a no morir.
Las imágenes regresan, se cruzan y multiplican,
los recuerdos se superponen, se confunden y pierden sus referencias directas.
Claude se define, cuando le pregunta quién es en realidad, como “algo borroso…
cada vez más borroso. Me encojo en el agua.”. Qué es lo que hacés en la
oficina, le pregunta ella, y él dice “a veces pienso… elijo un objeto y pienso,
por ejemplo, el lápiz.” Cada nuevo regreso, cada nueva imagen de lo ya visto,
al relacionarse con otras imágenes toma un nuevo sentido. Ese día, Catrine
amaneció feliz, sonriendo al amanecer, como si tuviera miedo a nada. El
calentador se apagó, el gas continuaba. Un primer plano, una afección de rostro
que acompaña ese relato con toda la intensidad que involucra confesar un
asesinato y dejar abierta su autoría. Al final, el regreso del primer suicidio
que se efectúa en los pasillos abiertos del instituto de investigación, se
realiza paralelamente en el presente. El suicidio fallido, el hombre que no se
puede quitar la vida, de nuevo.
El pasado lo retiene latente en esa instancia
de intermitencia, en ese intersticio que es la vida y la muerte: ni vivo ni
muerto, viviendo plenamente su presente que vive todo su pasado puro; muriendo
en su presente y en su pasado; viviendo su muerte. Ese es el intersticio que
marca la actualidad de un presente con su virtualidad, con la virtualidad del
recuerdo puro. El tiempo que se abre a la multiplicidad de instantes
simultáneos y que hace que la subjetividad se fragmente en una pluralidad de
rostros sensibles, diversos, diferenciales.
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