martes, 28 de julio de 2015

Piel de Chancho

Piel de Chancho
Dir.: Andrea Echeverry
Actúan: María Dondero | Verónica Perez | Laura Giménez
Club de Teatro, Julio 2015



Quizás la pregunta fundamental del teatro, hoy, sea qué cuerpo y qué afectos se componen en escena, qué piel se quiere erizar. Un drama lo es no tanto por la temática que trate - clásicamente solemne- sino por las afecciones que pone en movimiento; su dramática es una dinámica muy poco superficial, es más bien lenta, profunda y densa, esa misma dinámica con que nacen todas las afecciones sin nombre. 

Piel de Chancho tiene uno de esos movimientos pausados que densifica el lazo secreto de una tríada familiar, y enhebra esas vidas femeninas bajo un hilo cutáneo que sostiene, subyacentemente, las partes laceradas de una herencia sobrada de lamentos y frustraciones. Hay toda una operativa de resistencias que se pone en escena: resistencias de una piel calcinada de edad que porta un espíritu fastidioso; resistencias de una piel adulta, blanca y maltrecha por las inquietudes e insatisfacciones culposas; resistencias de una piel joven que se dilata para contener un mínimo de placer en el vacío angustioso de los abusos.



Entre artefactos plegables y rueditas sigilosas, no sólo las cosas se mueven, sino que al moverse no dejan de mostrar su ortopedia más restrictiva, sus límites y sus cobijos, en el encuentro más insignificante de lo familiar. Estas mujeres devienen e intercambian todo un entretejido materno de distancias insensibles y crianzas de pieles impenetrables; y pese a ello, subcutáneamente, algo se mueve con una suerte de fuego latente que asedia con insistencia cada una de esas pieles curtidas. Respirar y revolcarse por el piso con mugre, calmar las heridas superficiales que supuran vapores seniles, ahogar el vacío de los afectos deglutiéndose la propia imagen: sus pieles huelen a descomposición y resignación. 

Es, justamente, en esos momentos de escaras que hacen placas de olvido, donde emerge un grano de vitalidad, una mueca de libertad, una luz. La voz personal, soliloquio secreto, se eleva por esa luz como vapor de mañana perdido en la atmósfera invernal. Abrir la memoria siempre tiene sabor a sudor y las pieles persisten en sedimentar las heridas profundas, no es sino por los poros luminosos de un instante solitario que se filtra y descomprime una vida agitada.   



Piel de Chanco, cruza sensaciones indiscernibles, plegadas en la superficie de un cuerpo familiar, donde brotan los fulgores más contradictorios de la vida afectiva. Se trata de tres pieles que se crispan por los pasados enlazados, tres pieles que se curten por el ardor íntimo de todo lo que nos incinera como humanos. Pieles de colores ultrajados en una herencia decrépita de maltratos, abusos y estigmas lejanos. Tan lejanos que se hacen ocultamente presentes en cada gesto, y en sus profundidades silenciosas, brotan las más insignes indolencias, los artificios manipuladores, las más solapadas demandas. 

En el fondo, no alcanza el fuego terrenal para incinerar esas profundas estrategias de la farsa familiar, entonces, sólo resta albergar las tensiones como quien abraza un ocaso, una mirada anónima, una canción de amor. Tan sólo un abrazo imposible.



Al final del día, la felicidad de cartón resuena en los abandonos reiterados, y la mesa plegable se vuelve reflejo trémulo de lo cotidiano; un juego de gestos traspolados en objetos personalizados, una manzana de brillo verde que pasa de boca en boca, oxidándose. Un trapo, una gasa, un disfraz, envuelven todos esos cuerpos como una piel ajena, que deriva la sensación al vaciamiento dilatado de un placebo. 

Al igual que las ropas variadas que se intercambian a diario, para dejar de ser esa habitual y pesada envoltura monótona de lo mundano, un murmullo final agrieta y abre esa otra piel frágil, que se vuelve profundamente cercana en el remanso olvidado de la desnudez. Porque no hay desnudez que ante todo no sea primero un encuentro con lo más íntimo, con la confusa opacidad que nos habita, quizás lo más profundo finalmente sea la piel… tal vez sea sólo una cuestión de piel.




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