martes, 7 de enero de 2014

Apología del dinero

Apología del dinero
  
“El dinero… es la verdadera fuerza creadora”[1]



El flujo indeterminado de traspasos internacionales, de vocación virtual, de fugaces dinámicas y acelerados agitaciones. Un intento infortunado de cambios fluidos y versátiles entre masas críticas y devastadoras, sobredimensionadas y abultadas. Un economía que se extingue en el seno de la pura materialidad, cómicamente articulada por flujos virtuales e imperceptibles, salvo por kilométricas secuencias numéricas en las cuentas ficcionadas de los bancos. La ironía mayor: el excelso símbolo de materialidad devenido en transparentes flujos imperceptibles.
Un Peso, un Dólar, una Lira, el Euro, las Rupias, los Yens, las miradas, los trueques, los amores, las dadivas mercantiles. Un evocado anhelo de advertencia perturba a los antiguos, Aristóteles ya lo prevenía en el libro I de Politeia[2], los valores de cambio y los valores de uso, la crematística. El precio, el valor, las distancias objetivas y las distancias subjetivas que se apoderan de los objetos (y de los sujetos) confundidos de tanto hablar. Tomar el medio por el fin es una de las mayores confusiones existentes; atesorar algo que fue hecho para fluir, cristalizar lo que es para correr. En medio, la ambición y el vacío, una desolación que se intenta llenar de materialidades y productos.
Muchas son las formas de intercambiar el dinero, Su funcionalidad específica fue conceder el grato privilegio de canjearlo por lo que es necesario. Es el comodín de la vida (sub)objetiva. Pero confundiendo el medio con el fin, se busca no conseguir lo que es necesario sino coleccionar figuritas repetidas, verdes, amarillas, rojizas, y las tan ansiadas violetas (¿Quién es ese del retrato?). Buscamos y buscamos desesperadamente dinero, nos desvivimos por ese elemento de cambio. En fin, ¡Vivimos “por” el dinero!


Hubo una época donde el dinero era reconocido por su propia existencia, se lo apreciaba por su misma materialidad[3]. Perdidos en el fondo de la representación, el dinero devino en mero signo, indiscriminado, tibiamente desacreditado. Los altaneros deseos y las pretensiosas alas emplumadas de pomposidad, retomaron el fetichismo materialista y la enajenación más intestina, el trabajo se volvió un uso desmedido de la fuerza productiva para sustentar una vida que solo subyace como natural. El dinero es la voz del naufrago. Un capricho del sistema dominante para esclavizar y doblegar los intereses reales del ser humano. Ficciones infernales que “Cristalizan[4] los sueños (impuestos) de los seres (sub)humanos.
Sin lugar a dudas, muchas son los que están enajenados de sus propias vidas en busca de más y más dinero, pero nunca faltan los que en solemne posición se encargan de proferir mandatos de arrepentimiento y falsa pobreza, los que en alta pomposidad pregonan la búsqueda del alma. Estos moralistas que discriminan y rechazan férreamente el dinero también están segregando lo diferente y no comprenden la verdadera existencia del dinero.
Tanto los ambiciosos y codiciosos como los moralistas aleccionadores, se preocupan unos, en ciega dirección, por aprisionar el dinero; otros, en ostentosa actitud, por negarlo en su “diabólica” esencia. La pregunta que surge es: ¿quién verdaderamente conoce el dinero? ¿Alguien se ha preguntado por su verdadera vida? ¿Su real modo de operar en la vida cotidiana? ¿Alguien se preguntó por las originales operaciones inmanentes del dinero? ¿Alguien mira con ojos de dinero? ¿Quién se pone en su lugar? (Empatía)
La verdadera existencia del dinero opera en los caminos de la dadivosa inmolación de su esencial providencia. Es una existencia de generosa acción, de donación permanente por lo que su poseedor desee. El dinero, en acto altruista, se brinda sin quejas ni protestas ante los caprichos de su detentador y cede sus dones hacia una satisfacción plena de este último. El dinero, se desprende de sí mismo para gestar la materialización de los deseos. Se dona en su más íntima esencia para dar cabida al nuevo ser (material).
La existencia del dinero no solo se entrega indiferentemente sino que también es una vida de flujos y cambios constantes, de tránsitos infinitos y devenires persistentes. Se deja llevar por los “inevitables” que ponderan las vidas entramadas en pluricausalidades imperceptibles. Surcando entre los más sutiles despropósitos y las múltiples calamidades de la ingenua seguridad, el dinero se entrega y fluye permanentemente entre los azares volátiles que lo seducen y convencen a entregarse al mayor y más refinado de los amores, el amor al destino[5]. La vida del dinero propone una existencia de entrega y flujos constantes, una existencia de dadivosa acción y armoniosa fluidez ante los azares de la vida, es una existencia que se encamina en los bellos senderos de lo imprevisible y el encanto de los albores nacidos en los valles del azar. La propuesta es: Vivir no “por” sino “como” el dinero.    
  




[1] Marx, Karl: Manuscritos. Economía y Filosofía. Madrid. Alianza. III m., pág. 180
[2] Aristóteles: Política. Madrid, Alianza Editorial. Libro I
[3] “El metal no aparecería como signo, y como signo medidor de las riquezas, sino por ser él mismo una riqueza” Foucault, Michel; Las Palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas Madrid. Siglo XXI. 1993. Pág. 167
[4] El sentido común utilizado para la palabra “Cristalizar” refiere a la concreción de potencialidades no actualizadas, pero este no es el trasfondo que subyace a la cuestión. “Cristalizar” es sinónimo de estancamiento, de dureza, de fijación, aletargamiento; en fin, cuando alguien dice: “Cristalizar” detrás se esconde el trazo desvergonzado del sistema dominante que intenta asegurar y detener flujos que son de naturaleza fluidos y siempre cambiantes.
[5] Federico Nietzsche, Filósofo alemán del S.XIX, hace esta exaltación del amor hacia el destino como una de la más perfecta manifestación del Amor. Cf. Nietzsche, F.: Gaya Ciencia; Ocaso de los Idolos, Genealogía de la moral y el Zaratustra. (múltiples ediciones). También una referencia en un texto del año 1872, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.

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